Comentario
Capítulo LXXVIII
Cómo le informaron falsamente a Pizarro que Almagro venía hecho de concierto para le quitar la gobernación y la vida; y de cómo llegaron, habiendo primero pasado algunas cosas notables en Pachacama; y lo que más pasó hasta que se fundó la ciudad de los Reyes
Tengo entendido que estando don Francisco Pizarro muy alegre por haber su compañero don Diego de Almagro dádose tan buen cobro en lo de Quito, que un Mogrovejo de Quiñones, inventado por sí o por otros, a quien pesaba que entre los dos compañeros hubiese paz, le avisó que se guardase y mirase por sí, por cuanto el adelantado y Almagro venían hechos de concierto para le quitar la gobernación, y aun la vida, y que habían hecho los dos compañía. Alteróse Pizarro con tal dicho, puesto que no lo creyó enteramente. Y lo que de esto pasa es que antes que el adelantado y el mariscal se concertasen de la manera que está dicha, dicen que Alvarado pretendió hacer compañía con Pizarro y Almagro sin querer recibir dineros ningunos, sino dejar las naves y gente con ciertos capítulos que pedía, y que para firmeza de ello que Almagro casase un hijo que tenía con una hija suya. No vino en efecto, ni había para qué escribirlo, sino para que el lector tenga claridad en todo, porque aunque Almagro no vino en nada de esto, respondiendo que no podían tener paz, tantos compañeros; malos hombres, que nunca han faltado por nuestros pecados en esta miserable tierra, le ponían ya mal con el otro triste, para que desde luego hubiera lo que al fin mediante sus maldades hubo.
Estaban de camino, para venir a Xauxa, Alvarado y Almagro, donde creían hallar a Pizarro. Parecióle al mariscal que, pues Belalcázar lo había acertado en lo pasado, que sería justo dejarle el mando de capitán teniente de aquella tierra, y que pues no estaba en buena comarca la ciudad de Riobamba, que se despoblase y asentase en Quito. Y así se hallaron y quedaron con Belalcázar muchos de los que habían venido de Guatimala, y fundó en Quito la ciudad del Quito, de la cual fundación, tengo escrito copiosamente en mi primera parte. Quedaron los naturales de estos pueblos muy gastados por haber estado en sus tierras tantos españoles juntos, y con tanto servicio, y comer y destruir a discreción. Y después con la poca orden que Belalcázar puso, habiendo tan gran cantidad de ganado, tan bello y hermoso como todos vemos, que cubrían en algunas partes los campos llenos, hay ya tan poco que casi no es ninguno; pero para hartarse uno de sesos mataba cinco o seis ovejas; y otro, para que le hiciesen pasteles de los tuétanos, mataba otras tantas; en verdad que algunos de los que hiciéronlo lo oí yo blasonar como que hubieran hecho gran hazaña, y los pobres que las criaron perecían de frío por no tener lanas para hacer ropa. Si sobre esto y otras cosas hubiere de decir lo que sé, nunca acabaríamos la escritura; y lo que toca en Dios y en mi ánima, que es para que avisen los que descubrieren, o trataren entre estos indios, porque se enmienden y sepan; que así como todo lo que tomaban era y es sudor de sangre, así habemos en nuestros días visto, en los más de los perpetradores, notables castigos del poderoso Dios ha hecho en ellos.
De Riobamba anduvieron el adelantado y el mariscal y los muchos que iban con ellos hasta llegar a San Miguel, desde donde mandó Almagro a Pacheco que fuese a lo de Puerto Viejo y fundase un pueblo en la mejor comarca: porque los indios no fuesen maltratados de los que venían en los navíos. El suceso de esta población y lo que pasó tengo escrito en el libro de las fundaciones: allí lo verá quien quisiere. Contar por entero las liberalidades que Almagro hizo en esta jornada será nunca acabar porque se mostró tan generoso y dadivoso que volaba su fama por todas partes, mas quería hacer estas mercedes hinchado de vanagloria: porque en secreto poco o nada quería dar, en público y donde hubiese mucha gente holgaba que le pidiesen; no volvía el rostro ni le veían triste. Fue esto mucha parte para que los más de aquellos caballeros que habían venido con el adelantado le tomasen amor y se aficionasen de él como se aficionaron.
De San Miguel anduvieron hasta el valle del Chimo, parándose primero en el valle de Chicama a castigar los indios porque diz que habían muerto ciertos cristianos que allí aportaron en una nave. En Chimo dicen que le pareció a Almagro sería bueno fundar una ciudad e hizo la traza de ella, y que mandó a Miguel Estete quedar con algunos españoles en aquel valle; de donde partieron hasta que llegados a Pachacama hallaron a Pizarro que los estaba aguardando, y salió, como supo que venían cerca, a los recibir con mucha gente de caballo. Y como se vieron, se embrazaron Pizarro y el adelantado y el mariscal; y a todos los caballeros que venían con ellos recibió muy bien el gobernador. Fuéronse a aposentar a los aposentos de Pachacama donde unos con otros se holgaron y regocijaron; y platicaron Almagro y Pizarro tales pláticas que se entendió bien ser mentira lo que habían dicho. Otro día oyeron misa todos juntos, y dende a un rato, en presencia de algunos de los capitanes que allí estaban, enderezando el adelantado su plática contra Pizarro, le dijo que bien sabía que por el aviso que había traído Gabriel de Rojas habría días tendría aviso de su venida aquestas partes, estando de camino para ir a descubrir a la parte de levante que no estuviese descubierto, mas que tuvieron tanta noticia de Quito que les pareció enderezar su camino adonde decían haber tantos tesoros, pues también pensaron no hallar ningún capitán suyo en él, y después de haber pasado tantos trabajos y pérdidas de haciendas, habían aportado donde hallaron a don Diego de Almagro poblado y, por no deservir al rey, ni tener con ellos ningún debate, había tenido por bien de venir en el concierto que se hizo; y que para ir de todo punto contento no restaba sino que le diese la palabra de tener por suyos tantos caballeros y tan principales como habían venido en su compañía para los honrar y aprovechar; pues muchos habían dejado sus indios y haciendas, y todos gastado lo que tenían para venir con él. Respondió Pizarro con mucha alegría, prometiendo hacer con ellos como con sus propios hermanos, y que con brevedad tendrían repartimientos unos; y otros irían a conquistas para los tomar por su mano y darles lo más. Esto pasado, comieron y fueron luego a ver donde estaba el templo de Pachacama, tan nombrado en estos llanos, donde aún había muchos clavos de oro de los que estaban hincados en la pared para sostener las planchas tantas y tan grandes como primero estaban. Dicen que un piloto llamado Quintero pidió de merced al gobernador aquellos clavos que parecían por las paredes, y como cosa de burla se le dio, y sacó harta cantidad de oro en ellos porque eran largos y rollizos; y más de cuatro mil marcos de plata.
Antes que llegase el adelantado ni el mariscal, había enviado don Francisco Pizarro al Cuzco por su teniente a Hernando de Soto, y mandándole se recogiese dinero para pagarle ciento y veinte mil castellanos, aunque para ello se tomase, si menester fuese, lo que hubiese de los difuntos. Y como desease despachar Alvarado brevemente, se recogió el dinero y se le pagó dándole muchas joyas y piedras de gran valor. De los conquistadores que estaban con Pizarro, como algunos se hallasen muy ricos, y viesen buen camino para salir del reino; y así, pidiendo licencia al gobernador, se fueron con el adelantado a la costa, y embarcándose, salieron del Perú.
Pasado esto que la crónica ha contado, don Francisco tenía muy gran deseo de buscar lugar para fundar la ciudad que estaba en Xauxa. Habían mirado algunas veces el valle de Lima y tornándolo a ver, y pareciendo a todos que era buen lugar y donde había uno de los mejores puertos de la costa, se determinó de fundar en él la ciudad. Y así mandó Pizarro a Juan Tello que repartiese los solares por la orden que estaban señalados en la traza, y dicen que decía este Juan Tello, cuando entendía en esto, que había de ser aquesta tierra otra Italia, y en el trato segunda Venecia: porque tanta multitud de oro y plata había, era imposible que no fuese así. Trazado, pues, el pueblo, Pizarro se volvió a Pachacama, donde tuvieron tiempo él y Almagro de hablar de las cosas privadas y pertenecientes a sus haciendas y hermandad; y, deseando tener la misma conformidad, tornaron a hacer de nuevo nueva compañía con grandes firmezas y juramentos. Luego que esto pasó, estando estos dos compañeros en toda paz y amor porque Dios no había aún comenzado a hacer el castigo en ellos, habló Pizarro a Almagro que se fuese al Cuzco con provisiones, como él las mandó pintar, para entender en lo que le pareciese convenir en la ciudad y para que fuese si quisiere a descubrir, pues tenía para ello tan grande aparejo a lo que llaman Chiriguana, que es a las partes del austro, o que enviase la persona que él señalase, gastando a costa de entrambos lo que él tuviese por bien. Partióse Almagro con los más de los que habían venido de Guatimala, procurando todos de le ganar la gracia porque la verdad, aunque Pizarro tenía el nombre de gobernador como lo era, Almagro quitaba y ponía, y mandaba a su voluntad. Como él se partió, Pizarro quedó entendiendo en la fundación de la nueva ciudad de los Reyes, que fue en año de MDXXXIIII años. Y porque en la primera parte está de esta materia escrito, luego pasaré con dejar en estos términos los sucesos que han pasado en el Perú desde su descubrimiento hasta el tiempo presente y trataré la llegada en España de Hernando Pizarro, para volver a la principal materia; seré en todo tan breve como tengo prometido, diciendo solamente lo que pasó, a la letra, sin mezcla de ninguna falsedad.